“El grupo de WhatsApp estaba en silencio, todos estaban muertos”
Stephanie Hegarty
Corresponsal de BBC News
Eran las 4:00 de la madrugada y Ahmed despertó de golpe. Normalmente, era una persona de sueño profundo, pero sentía que algo andaba mal.
Él había estado revisando religiosamente el grupo de WhatsApp de su familia desde el inicio de la guerra. Era difícil comunicarse con su padre y hermanos desde Londres, donde vive, ya que Israel cortó la electricidad en la Franja de Gaza. Pero dos días antes, había recibido un mensaje de su hermana Wallah.
Su casa había quedado afectada por una bomba. Ella escribió en el chat grupal: «Las ventanas y puertas de la casa estaban todas rotas, pero lo importante es que Dios nos salvó. Estamos todos bien».
Ahmed respondió: «La casa se puede arreglar, lo importante es que estás a salvo».
Esa madrugada, cuando Ahmed se despertó, el grupo familiar estaba en silencio. Él veía mensajes enviados por varias personas, pero que luego habían eliminado.
Llamó a un amigo en Gaza para averiguar qué estaba pasando y fue entonces cuando se enteró de que su familia estaba muerta.
Vivir en un infierno
Desde el inicio de la guerra, Ahmed y sus compañeros de Gaza han estado viviendo en una especie de infierno remoto desde su departamento en Londres.
Sus teléfonos reciben de noticias de destrucción y muerte. Todos los días les informan que un vecino, un amigo o alguien con quien fueron a la escuela ha muerto. Pero Ahmed nunca creyó que la guerra llegaría directamente a su familia.
Su hogar se encuentra en el centro de Deir al-Balah, en una zona que nunca había sido objetivo antes. «Pensé que era un momento aterrador para ellos, pero que estarían bien», dice. «Eso es lo que pensé».
En total, 21 personas murieron cuando la vivienda familiar fue arrasada por un ataque aéreo: su padre, tres de sus hermanas, dos hermanos y 15 de sus hijos.
La lista de los fallecidos es tan larga que Ahmed titubea mientras intenta recordar los nombres y edades de cada persona de su familia que perdió la vida.
De entre los niños, su sobrino de 13 años, Eslam, era el mayor y a quien Ahmed conocía mejor. Él era un adolescente que vivía en casa cuando nació Eslam. Su mamá cuidaba de Eslam mientras su hermana estaba en el trabajo, por lo que Ahmed a menudo ayudaba a alimentar y cambiar a Eslam cuando era un bebé.
A medida que Eslam crecía, decía que quería ser como su tío. Ahmed dice que era el mejor de su clase y estaba estudiando inglés con mucho ahínco para poder llegar también al Reino Unido.
Eslam murió junto a sus pequeñas hermanas: Dima, de 10 años; Tala, de nueve; Nour, de cinco; y Nasma, de dos, además de sus primos Raghad, de 13 años; Bakr, de 11 años, las niñas Eslam y Sarah, ambas de nueve años; Mohamed y Basema, de ocho años, y Abdullah y Tamim, de seis años.
El último viaje
La última vez que Ahmed vio a los niños fue en una videollamada. Él había recibido una bonificación en el trabajo y, siguiendo una tradición familiar, les prometió un regalo a sus sobrinos y sobrinas.
«Todos dijeron que querían ir a la playa, alquilar una cabaña, comer y bailar juntos y disfrutar», dice. Así que alquiló una cabaña y les compró la cena y bocadillos.
Los niños lo llamaron desde la playa ese día, peleando por el teléfono para hablar. Ahora, 15 de ellos están muertos.
De los nueve hermanos de Ahmed, solo quedan él y dos hermanas.
En los días posteriores al ataque, Ahmed publicó en línea una foto de cada uno de los niños, incluyendo a Omar, de tres años. Luego recibió una llamada de su hermana sobreviviente para decirle que Omar estaba vivo. «Ese fue el momento más feliz de mi vida», dice.
Omar estaba en la cama con su mamá y papá, Shimaa y Muhammed, cuando cayó la bomba. Muhammed murió, pero Shimaa y Omar milagrosamente sobrevivieron.
La otra persona rescatada con vida fue Malak, una sobrina de 11 años de Ahmed. Ella tenía quemaduras de tercer grado en el 50 por ciento de su cuerpo.
Cuando conocí a Ahmed, me mostró una foto de Malak en el hospital; su cuerpo estaba completamente cubierto de vendajes. Al principio, la confundí con un niño porque tenía el cabello corto. Ahmed me dijo que antes lo tenía largo, pero que debió haberse quemado en el incendio.
El padre de Malak está vivo porque no estaba en casa cuando fue alcanzada por el ataque. Sin embargo, su esposa y otros dos hijos murieron. Cuando Ahmed le envió un mensaje para preguntar cómo estaba, él respondió: «Un cuerpo, sin alma».
En ese momento, la señal telefónica desde Gaza se cortó por completo a medida que Israel intensificaba su ataque y Ahmed no pudo ponerse en contacto con nadie. Cuando la señal se restableció dos días después, se enteró de que Malak había fallecido.
Como los suministros médicos agotados, Malak tuvo que ser sacada de la unidad de cuidados intensivos cuando llegó un caso más urgente. Estaba sufriendo mucho.
«Morí cien veces cada día», le dijo el padre a Malak a Ahmed, mientras veía irse a la mayor y última de sus tres hijos.
Justo antes del corte de internet y comunicaciones, Ahmed también se enteró de que la casa de su tío había sido atacada. Todavía no está seguro de quién murió allí.
Pérdidas familiares
Hablamos con tres personas que han sufrido, cada uno, la muerte de más de 20 familiares en Gaza. Uno de ellos, Darwish Al-Manaama, ha perdido a 44 miembros de su familia. Están enfrentando el duelo a una escala incomprensible.
Yara Sharif, una arquitecta y académica en Londres, me envió fotos de la vivienda familiar de su tía que fue destruida en un ataque israelí una semana después de que comenzara la guerra.
«Era una casa muy hermosa», dice Yara, «una mansión hermosa con un gran patio en el medio».
Era una casa familiar en la que los hijos construían apartamentos para sus propias familias encima de la vivienda de sus padres, una tradición que significa que múltiples generaciones están siendo aniquiladas de un solo golpe. BBC News.